Para el 22 de este mes cumpliré dos meses de mi Erasmus.
Son dos meses que no veo a mi familia.
Dos meses lejos de mis amigos, de la calidez de lo conocido, del hogar y de los abrazos de los que me quieren.
Dos meses lejos del mar y de mi isla.
Realmente, llega un momento en que planteas si disfrutas y si estás aprovechando el Erasmus como toca, y creo que ha llegado mi momento.
Y podría decir que sí, lo estoy disfrutando bastante. Podría decir que estoy haciendo cosas que nunca me habría planteado en realizar estando en Mallorca, tal como apuntarme a clases de tango, o ir cada martes a bailar salsa.
Es más, he notado que el Erasmus me ha cambiado para bien. Quieras o no, todo esto te cambia, y al conocer gente tan fantástica y diversa a lo largo de tu estancia en otro país, cambia. Y me enorgullece que esté siendo de una forma tan positiva.
Pero hoy añoro mi casa. Añoro mi familia, el olor del mar, la calidez de la primavera de Mallorca... llamémoslo síndrome premenstrual o añoranza.
Pero hoy añoro mi casa.
Casi dos meses sin ir a casa, sin abrazar a mi madre, sin darle un beso a mis padres, sin discutir con mi hermana ni chinchar a mi gata... es algo que se nota, cuando soy una persona bastante familiar.
También añoro el piso en Palma, pues vivía con amigas y amigos, el buen rollo, el llegar a casa y estar con amigos y poder hablar de cualquier cosa y chorrada y que el idioma no fuese una barrera ni una complicación.
Quieras o no, hablar a través de una pantalla es algo frío.... y en muchos casos, no solemos hablar mucho por falta de coincidencia de horarios, vidas ocupadas...
Encima hace unos días fue el cumpleaños de una de mis mejores amigas, y la llamé desde Italia (a pesar de lo que cuesta, la verdad me daba igual, quería oir su voz, un mensaje me parecía demasiado frío y realmente me hubiera gustado estar allí con ella).
Por otro lado, son dos meses menos de esta corta y extraordinaria experiencia que no quiero que se acabe.
Pero hoy es un día chungo-raro de esos, en los que añoro a mis padres.
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